No solo destruimos el mito del rockstar, lo convertimos en contenido. Y ahora nos sorprende que nadie esté haciendo magia.
De Ícono a Influencer
Hubo un tiempo en el que los músicos eran incomprensibles. No hablaban a menos que fuera a través de letras. No los veías borrachos en IG Live, llorando en TikTok o explicando el "significado" de cada línea en un video de análisis de letras patrocinado por una billetera de criptomonedas.
Eran distantes, extraños, míticos. ¿Y esa distancia? Importaba.
Ahora, ser músico significa estar hiper-presente. No solo estás escribiendo música — estás manteniendo una marca. Publicando. Actualizando. "Interactuando". Los fans no solo quieren el álbum — quieren el vlog del estudio, la rutina de cuidado de la piel, la nota de voz ansiosa desde la habitación del hotel a las 3 de la mañana. Quieren acceso. Un acceso constante, performativo, curado.
¿Y si no se lo das? Eres frío. Arrogante. "Desconectado de tu comunidad".
La Muerte del Arquetipo del Rockstar
¿Cuándo fue la última vez que un músico se sintió más grande que la vida?
Quizás pienses en antiguos íconos: Prince, que solo hablaba cuando tronaba; Björk, que podía desaparecer en un glaciar islandés durante tres años y regresar con una ópera hecha del deshielo del glaciar; Thom Yorke, que una vez dio una entrevista a través de una máquina de fax porque los teléfonos eran "demasiado invasivos".
Estas no eran rarezas. Eran límites.
Y esos límites hacían que la música se sintiera como una revelación — no solo otra publicación en el feed.
¿Ahora? Imagina si Jeff Buckley tuviera que transmitir en vivo chequeos diarios para mantener el "compromiso". Imagina si PJ Harvey tuviera que explicar sus álbumes conceptuales en bites de sonido preparados para TikTok. ¿Se haría To Bring You My Love? ¿La dejaríamos desaparecer lo suficiente como para descubrirlo?
Si No Publicas, No Existes
Hablemos de las nuevas reglas.
Si eres músico hoy en día, no publicar es más dañino que escribir una mala canción. Desaparecerás de las líneas de tiempo, de las listas de reproducción, de la memoria. Al algoritmo no le importa qué tan profundo sea tu sonido — le importa si tu cara está en el cuadro.
Toma a FKA twigs. Cuando desapareció después de Magdalene, los fans se preocuparon. Especularon. Rogaron por actualizaciones. Cuando finalmente regresó con Caprisongs, vino envuelto en una estética deliberadamente desordenada, de exceso de compartir — notas de voz de Instagram, visuales estilo diario, superposiciones de texto. Fue brillante y listo para el algoritmo.
O mira a Mitski. Dejó las redes sociales. Rechazó el feed. Dejó que la música hablara. ¿Y qué pasó? Los fans — acostumbrados a la proximidad — se sintieron traicionados. La acusaron de ser fría, inaccesible. Su distancia fue vista como negligencia.
Compáralo con alguien como Doja Cat, cuya constante y caótica presencia se ha convertido en un tipo de proyecto de meta-arte. Sus fans conocen mejor sus tuits que sus listas de canciones. Está jugando el juego parasocial como un set de improvisación — y ganando.
La Ilusión de la Intimidad
Aquí está el giro: ninguno de estos accesos es intimidad real.
Cuando los artistas comparten en exceso, no te están dando su alma — te están dando solo suficiente contenido para mantener la máquina en movimiento. La "autenticidad" se ha convertido en un pilar de marca. La vulnerabilidad, en una estrategia.
¿El resultado? Una cultura donde el misterio se siente peligroso, y el silencio es una amenaza para tu visibilidad. Pero el misterio no es el enemigo de la conexión — a menudo es la fuente de ella.
¿Habría impactado Kid A de Radiohead de la misma manera si hubiéramos visto al grupo lentamente entrar en pánico durante su creación en TikTok?
¿Habríamos dejado que Frank Ocean hiciera Blonde si esperáramos Reels semanales sobre su proceso?
No Solo Matamos al Rockstar. Los Convertimos en Creadores.
Al artista moderno no se le permite desaparecer. No se le permite trabajar en silencio. No se le permite guardar sus cartas cerca.
Decimos que queremos autenticidad — pero en realidad queremos acceso. Y al buscar eso, hemos perdido algo crítico:
La emoción de no saber.
La tensión de la revelación.
La sagrada distancia entre el oyente y el sonido.
El Misterio No Era Arrogancia. Era Espacio.
Quizás necesitamos volver a aprender eso.
No todo necesita ser explicado. No todas las letras necesitan un contexto abundante. Algo de arte merece silencio a su alrededor. Algunos artistas necesitan desaparecer para hacer algo que valga la pena escuchar.
Dejad que los raros se vayan de la red. Dejad que los introvertidos hablen en metáforas. Dejad que los músicos sean distantes, tranquilos, incomprensibles de nuevo.
No necesitas ver su cara para sentir que la canción te llega.
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