Antes un elemento fundamental de la música pop, el 'fade-out' ha desaparecido. ¿Qué nos dice eso sobre cómo terminan las canciones ahora?
Una vez Ubicuo, Ahora Extinto
Hubo un tiempo — no hace tanto — en que cada canción pop parecía disolverse en el éter. Un coro final se repetía. Los instrumentos se suavizaban. El cantante repetía el estribillo hasta que desaparecía en el estático. Eso era el decrescendo — no un punto final, no una conclusión, solo un acto de suave desaparición. No dejabas la canción. La canción te dejaba a ti.
¿Ahora? Intenta encontrar una canción lanzada en los últimos cinco años que se desvanezca. Te llevará un rato buscando.
El decrescendo no solo murió. Fue borrado — eliminado como un mal complemento, olvidado por una generación criada con cortes abruptos, colas de reproducción automática y golpes de dopamina de 15 segundos. Pero su ausencia dice más de lo que pensamos. Porque cómo terminamos las canciones nos dice mucho sobre cómo experimentamos la emoción, cómo procesamos el tiempo, y cómo la cultura trata el cierre.
La Edad de Oro del Decreciendo
Desde los años 60 hasta principios de los 2000, los decrescendo estaban en todas partes — una llamada de cortina sonora. Los Beatles ("Hey Jude"), Bowie ("Heroes"), Fleetwood Mac ("Dreams") y Whitney Houston ("I Wanna Dance With Somebody") confiaban en ellos. Incluso The Clash, conocidos por el golpe del punk, dejaron que "Train in Vain" se deslizara fuera de los rieles en lugar de estrellarse.
Había un confort ritualista en ello — una sensación de que la música no terminaba realmente. Solo seguía, en algún lugar fuera de alcance. Podías alejarte del estéreo, y la canción seguía sonando. Como si tuviera vida propia.
Para los DJs de radio, los decrescendo eran prácticos — transiciones más fáciles, sin silencio chocante. Para los artistas, ofrecía una manera de suavizar el impacto emocional, o dejar que un ritmo se extendiera hacia el mito. Era cinematográfico. Romántico. Desordenado de una manera que se sentía humana.
Por Qué Matamos el Decrescendo
¿Entonces qué pasó?
El streaming pasó. Más específicamente, la estructuración algorítmica, la monetización basada en pistas y el acortamiento de la atención. Hoy, el espacio más importante de una canción son sus 10 segundos iniciales — el gancho, la atracción, la parte que evita que deslices. Los finales son una idea tardía. Spotify no recompensa los decrescendo. TikTok tampoco.
Ahora, las canciones terminan como tweets. Abrupto. Ordenado. Resolución Performada. Obtienes un coro final. Talvez un aumento cinematográfico. Pero rara vez el desvanecimiento. Los artistas concluyen rápido — saben que los oyentes ya están a mitad del siguiente salto.
Y cuando no estás haciendo álbumes, solo pistas aisladas para colocar en listas de reproducción generadas algorítmicamente, ¿quién necesita la ilusión de continuidad? No hay una siguiente pista en tu álbum. Sólo hay lo que sea que Spotify lance después.
El Coste Emocional de Cortar Limpio
Pero esto no es solo un cambio técnico. Es un cambio psicológico.
El decrescendo era un espacio para la ambigüedad — las canciones podían sentirse sin resolver, abiertas, emocionalmente complejas. No se te decía cómo sentirte. Te dejaban en el sentimiento.
Ahora, demandamos resolución. Las líneas finales caen como argumentos finales. La producción envuelve todo con un lazo. Somos alérgicos a la inquietud — especialmente en el pop. Y cuando la rara canción se desvanece, a menudo se siente nostálgica, retro, o irónica. Ya no es una herramienta — es una referencia.
También está esto: los decrescendo implican que la canción — y por extensión, la historia — continúa sin ti. En la cultura de consumo centrada en uno mismo de hoy, eso es casi ofensivo. La audiencia es el personaje principal ahora. Las canciones no tienen permitido vagar. Responden al oyente, no al artista.
¿Quién Sigue Desvaneciéndose?
Hay disidentes. Los artistas de ambient, obviamente. Jazz. Shoegaze y post-rock usan el desvanecimiento como un arma — dejando que el sonido se disuelva como aliento en el vidrio. "True Love Waits" de Radiohead (versiones en vivo) todavía se desvanece en la nada. Y algún pop experimental — como Caroline Polachek o Sufjan Stevens — utiliza el desvanecimiento para la subversión dramática o emocional.
Pero principalmente, ha desaparecido. No porque lo superamos. Sino porque dejamos de tener paciencia — o la infraestructura — para ello.
Traigan de Vuelta el Deslizamiento
La muerte del decrescendo no es una tragedia. Pero es un síntoma.
Refleja nuestra incomodidad con la ambigüedad. Nuestra obsesión con el pulido. Nuestra adicción al ritmo. Y tal vez, nuestro profundo miedo de que si algo sigue sin nosotros, seremos olvidados.
La música no necesita atarse con orden. Déjala desangrarse. Déjala desvanecerse lentamente. Déjala irse antes de que estemos listos.
Porque no todo tiene que terminar limpio.
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